miércoles, 17 de noviembre de 2010

Días azules

Son días azules.
Y yo estoy entre los charcos y el paraguas.
Días en los que te mojas, te mojas de todo. En los que caen gotas repentinamente sobre el flequillo. En los que es más difícil ser elegante y menos parecer un fantasma.
Las luces solo las atisbo en los escaparates, o en espejismos. Y en las farolas, esa luz amarillenta que solo ilumina la mitad de mi.
Y es que este tiempo trae algo, ese azul nos va a matar.
Más bostezos y menos saltos. Más ceños fruncidos al cielo y menos sonrisas relajadas. Más arremolinamientos aquí abajo y menos nubes blancas allá arriba.
Me encojo como una camiseta recién lavada, me vuelvo más feto y menos persona. Aún no me he acostumbrado a ser lo segundo.
Los pensamientos también han notado que las vacaciones acabaron hace tiempo. Ellos también vuelven ahora, son pensamientos de invierno. Tienen bordes casi invisibles que hacen daño al tocarlos, tienen manchas de chocolate resecas, tienen humo gris y azulejos fríos. Los escribo en el espejo empañado para verlos desaparecer mientras me seco. El pelo sigue goteando frío.
Hoy no tengo la capacidad de ser útil, o práctica, o dinámica, o brillante. (Perdonadme, que yo ya me he perdonado... a medias) .
Hoy quiero una siesta de 167 horas.

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