viernes, 17 de septiembre de 2010

Dorado Hold me tight



Leonor canta, yo escribo.
Mi mp3 reproduce, yo pienso.
El minutero se mueve, yo me disperso.
Mi toalla en el cesped, alguna hoja seca sobre ella, pies, piernas, sol, arriba una pareja se eterniza bajo los árboles.
Nueva era, domingo astromántico, hormigas, “te deslizas como si fueras de viento y al contacto con mis dedos te desvanecieras”, la voz de Santi, me escucho cantando en el parque.
Una silueta delgada se aleja, un perfil de gladiador, una perilla de poeta del siglo XIX, ligera oscuridad en la cuenca de los ojos. Un pensamiento, sentimientos diversos: curiosidad, decepción, envidia, compasión, alivio, alegría, se suceden uno a uno, me sugieren palabras y rostros, como el recuento del dinero de una caja en un supermercado antes de cerrar. Echo la llave. Cierro los ojos.
Estoy en una orilla frente a un mar intenso de nuevo, como si no hubiese pasado el tiempo. La misma sensación. Observo las olas, veo a lo lejos la próxima, la veo crecer, cobrar fuerza, hasta que choca con mi cuerpo y me dejo al mar, a cada átomo de H2O, a cada gota y cada nacimiento de espuma blanca al borde de mi, a cada intromisión y a la caricia que deja cuando sigue su camino y se va.
Flota mi mente entre líquido amniótico. Con los ojos cerrados, bajo el sol, puedo ver un rojo intenso bajo los párpado. Saboreo mis labios manchados de chocolate.
Siento de nuevo el vaivén de mi cuerpo entre el viento, el aire de sal corriendo entre mis dedos, mis pies descalzos sienten las cosquillas del ir y venir del agua.
Nunca más yo que en este momento. Esa es la verdad.

0 sonrisas:

Publicar un comentario