martes, 13 de julio de 2010

La elegancia del sol



“Quédate a mi lado y espera al atardecer”...suena una canción mientras ella sonríe con los labios pintados frente al espejo.
Hace poco tiempo que la piel de adentro está calmada ya que normalmente se le ponen los pelos de punta, le arañan gatos en el estómago, los pulmones se le deshacen y el corazón pierde el ritmo... pasan las horas y nadie sabe dónde está, pero es que está ocupada con el boceto de si misma, con cantar esa canción o llorar con esa imagen para así cantar y llorar lo que a veces querría decir con palabras que ni siquiera existen.
Mira a cualquier lado y si la pared supiese descifrar sus miradas...ahora se la ve pintar algo con empeño, usando una pintura roja sobre un fondo blanco, recortando, creando cualquier cosa que se le haya ocurrido, luego baila y sonríe al ver su pequeña obra...no está loca, es espontánea.
Busca un momento sincero, hermoso, tranquilo. Le quedan muchas balas en el bolsillo y sabe que aun le quedan muchas por usar, y entre lucha y lucha, descansa sobre una hamaca sobre la hierba, con los ojos cerrados y las manos abiertas, descalza y con las piernas encogidas. Sabe cómo se mueve el sol, lo ve desde su hamaca dando vueltas en círculos, va y viene, recoge la luz y la devuelve. Se moja la nuca y el pelo, deja caer unas cuantas gotas sobre el cuello y las gotas bajan, y se vuelve a poner a la luz. No necesita más para ser feliz que esa sensación. Ahora es infinita, en harmonía con el Universo. La felicidad en ella siempre fue estuvo escrita con mayúsculas.
Tanto adentro. Un manojo enorme de abrazos, de miradas cómplices, de guiños entre la gente, de besos robados, de sonrisas espontáneas, de encuentros sin palabras, de poesía cantada, de suspiros revelados, de comisuras encendidas, de instantes. Va soltando y robando, entre encuentros y desencuentros, agotando hasta la última gota que ha surgido para cada rostro, luchando interminablemente, envenenándose con rebeldía y purificándose con bondad; y cada noche, mientras escucha alguna canción de fondo, acelera como casi siempre, el sorbo de una taza de chocolate espeso.

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