No sé si te has dado cuenta de que
vivimos atormentados. A unos les da aire de misteriosos, tienen suerte. Otros
lo esconden bajo una grosísima capa translúcida de una especie de película
viscosa. Se cuenta que hay casos en los que ha llegado a ser tan pesada y tan
pegajosa que hay quien no ha sido capaz de desprenderse de ella ni el día en
que decía para siempre adiós a este mundo. A muchos solo les aporta una
expresión depresiva y mediocre. Me recuerda a las luces de neón de un motel de
carretera. Demasiado obvio para mi gusto.
Ahora bien, hay cosas que
ciertamente parecen no corruptas por este fenómeno. Se mueven grácilmente,
vuelan de un lado al otro aprovechando la propia fuerza del viento, tienen un
brillo especial, se pueden acompañar de canciones y aún parece que tengan más
luz así… son como parte de una película. Qué digo, son una película. Son
pequeñas películas, algunas tan pequeñas que duran microsegundos. El movimiento
de un mechón de pelo al retirar lentamente la bufanda alrededor del cuello, la
luz que se cuela por entre los cabellos jugando con los tonos de castaño
oscuro, la música que llega desde tus auriculares a tus oídos, tan
perfectamente diseñada por la casualidad para crear ese instante en que eso que
ves te anestesia la mente.
Eses mechones de pelo no viven
atormentados, desde luego. Ni tampoco tú cuando extasiado dejas el suelo por un
momento.
Eso, eso es lo que hay que salvar.
De lo absurdo, de las garras, de lo
mediocre, de lo envenenado, de lo solitario.
Hay que sacar la luz. Hay que
elevarla para contemplarla.
Hagámoslo.
1 sonrisas:
tu blog me ha encantado! espero que te guste el mio:
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