sábado, 6 de agosto de 2011

Espejismos

El coche avanzaba despacio. Yo, desde el asiento trasero, observaba como la niebla iba suavizando los contornos, dándoles una nueva luz blanca, difuminando el horizonte. Vi los molinos de viento y me pareció ver a dos hombres que movían los brazos, que eran aspas, en círculos, al ritmo de Lykkle li, mientras sonreían plácidamente. Sonreí cómplice y me recordé mirando en el coche hablando con la luna y siguiéndola luego con la mirada por el cristal de atrás hasta que la perdía de vista. Me sentí Don Quijote y pensé que no estaba tan loco.

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