sábado, 21 de mayo de 2011

El reflejo del cisne

Timbré sobre el tambor hueco e inventé una melodía nueva que sonaba como a lluvia repiqueteando. Rasgué las cuerdas de un contrabajo a medianoche y escribí con ellas mojadas en tinta sobre los cartones sobre los que un día antes había dormido un mendigo.
Escuché unas notas chirriantes y la gente gritó, pero yo sólo quería que se callaran, y al fin, cuando todos huyeron, yo me dormí escuchando.
Era mi eco.
Llegué como somnolienta a un rincón de luz sobre el desierto y no observé nada, porque nada había. Un lagarto trepó una de mis piernas y me acompañó en mi largo paseo. Vi como las nubes volaban poco a poco y pasando los segundos se cubrió todo de noche.
Sentí que la sombra de una gran figura se cernía sobre mí, y al levantar la vista lo vi. Era un monstruo, que encabezaba el grupo de muchos más. De ojos profundos que vestían pecas y ojeras por igual, de rubor en las mejillas unos y también de aspecto de historia oscura. No tuve miedo. Aguardé.
Echaron atrás la cabeza y soltaron el aire en un intenso grito.
Era mi eco.

1 sonrisas:

illeR dijo...

A mi me preocupa cuando no soy capaz de identificar la sombra que se cierne sobre mi, cuando no es mi eco, cuando aguardo para descubrir su origen pero la sombra sigue siendo sombra mientras me asedia. Eso me asusta.

Publicar un comentario