Imperfectos

Empezaba a sonar una canción que nunca había oído, pero que encajaba tan perfectamente bien…también leyó un texto, que no le pertenecía (como la flor de un jardín privado sin cerrojo en el portal), y también encajaba. Nada era de nadie y nadie pertenecía a nada. Salvo sus marañas de pelo. Y la imagen de una maleta oscura de piel gastada suficientemente grande como para guardar una vida. Y recuerdos coleccionados. Y canciones. Y aún así ya había recuerdos y canciones alquilados a un ser que tenía un gusto extraño por los monstros inofensivos, parecía ser. Soñaba a veces que caminaba segura mirando al frente y al bajar los ojos sus piés se aferraban a una cuerda en el aire. Hoy evocaría al mismísimo diablo para hacer un trato con el tiempo, con la suerte, con la misma vida y con la cuerda que la sostendría el resto de su vida.